Si siente que la otra persona en raras ocasiones lo comprende a usted, es difícil que se sienta amado por ella. La comprensión empática es un ingrediente poderoso y necesario para que su hijo se sienta amado
Dorothy C. Briggs
El valor de la comprensión se define como actitud de una persona para entender, aceptar y no juzgar el comportamiento de otra. Es la firme disposición para colocarse en el lugar de los demás individuos, y tratando de apreciar los sentimientos y emociones que experimente en un instante determinado.
El valor de la comprensión se encuentra íntimamente ligada a otro valor fundamental, el del amor. Cuando una persona ama de verdad busca comprender a la persona amada en cuanto a sus pensamientos, palabras, acciones y deseos. Desde la comprensión nace la tolerancia, la bondad, la amabilidad y la aceptación.
El que comprende, de alguna manera se incluye a sí mismo, y hace propia la realidad de la persona comprendida. El diccionario de la Real academia de la lengua define comprender como: «abrazar, ceñir, rodear por todas partes una cosa, contener, incluir en si, penetrar». Osea que cuando comprendemos nos colocamos en el lugar de la otra persona para entender el porqué de sus palabras, acciones y decisiones en un momento dado.
La madurez de una persona se reconoce por sus experiencias de vida y por la actitud de comprender y no juzgar la vida de otro individuo. No sabemos a ciencia cierta las situaciones, circunstancias y problemas que ha pasado mucha gente por lo cual pueden actuar de forma diferente. Comprender que cada persona es única y diferente es la clave de una buena convivencia.
A continuación esbozo una descripción de las características de las personas que practican el valor de la comprensión:
1. Se colocan en los zapatos de las otras personas
La gente que comprende a su prójimo son capaces de meterse bajo su piel para ver las cosas bajo su propio punto de vista, casi desde su mismisidad si fuese posible. De igual forma, se visten con sus penas y alegrías, sus limitaciones, rarezas y defectos, sus cualidades y habilidades.
Solo mediante la comprensión les es posible recibir el mensaje de los demás de forma clara y directa, sin tergiversaciones ni interferencias. Cuando el amor no es asistido por la comprensión se corre el grave riesgo de captar un mensaje distorsionado a través del filtro demasiado sensible y delicado del sentimiento y de la intensa emoción.
Cuando nos colocamos en el lugar de los demás nos volvemos solidarios ante sus penas y tristezas. La solidaridad es como la puesta a punto del motor de nuestro corazón. Ella nos despoja de egoísmos e intereses mezquinos, y nos prepara y anima para preocuparnos por los demás, a luchar por resolver tantas injusticias y desigualdades sociales.
2. Escuchan sin juzgar
Las personas comprensivas se caracterizan por escuchar a otros, sentir verdadero interés por sus deseos e intereses, y por la actitud de no señalar ni juzgar sus acciones y decisiones. Su actitud es escuchar más y hablar menos, así podemos aprender de otros, comprender su dolor y entregar apoyo y consejo oportunos.
La comprensión implica también compadecerse de los demás, con una profunda e íntima identificación personal con los sufrimientos, desgracias y males que soportan, no solo las personas más cercanas a nosotros, como familiares y amigos; sino cualquier ser humano que nos encontramos en nuestro camino. Para comprender y ayudar es importante ser buenos oyentes y motivar a otros a hablar de ellos mismos.
Solo es posible contrastar opiniones ( dialogar), permitiendo que cada cual se exprese y actúe libremente ( libertad) . Cuando escuchamos activamente permitirnos que otros proyecten su propia existencia, como individuos únicos e irrepetibles, y que vivan sus vidas como búsqueda constante de encuentros humanos enriquecedores.
3. Se comprenden a si mismas
Una característica importante de la gente comprensiva es que se aceptan, se valoran y se comprenden a sí mismas. Si observamos de manera imparcial como pensamos y obramos podemos encontrarnos fallas, errores, limitaciones y miserias. Por eso se afirma que el conocimiento, la comprensión y la aceptación de nosotros mismos es la única vía para comprender a las demás personas.
El proceso sería así: a medida que me acepto a mi mismo y «miro en mi propio corazón» como diría Schiller, entiendo mejor mi propia realidad y me apoyo más confiadamente en esa sensación íntima de consistencia y de paz interior, producto de la autocomprensión. Al incrementar los niveles de comprensión, mi vida se llena de sentido, de contenido, de una indescriptible y complicada serenidad que necesito hacer extensiva a los demás.
Por tanto, así como una mayor comprensión de mi mismo me lleva a aceptarme más, a quererme y a vivir en paz conmigo mismo, viviendo de forma más significativa, así también la comprensión que ejerzo sobre los otros me inclina a aceptarles y amarles. Según mi punto de vista, primero es la comprensión, la cual, al profundizar en lo que ha sido y es la vida del otro, hace posible que se despierte en mi la aceptación de su propia realidad; que al hacerla mia, se convierte en amor.
4. Perdonan fácilmente
La gente que practica el valor de la comprensión perdonan a sus semejantes. Perdono cuando corrijo mi propia percepción errónea de que alguien me ha querido hacer daño de forma intencionada, con verdadera maldad. Para despojarme de sospechas, rencores, juicios recriminatorios y resentimientos es necesario que mi mente explique, comprenda los mecanismos internos que han podido impulsar al otro para tratarme de forma injusta, despiadada o desconsiderada.
Por medio de la comprensión empática aprendo a colocarme en el lugar de quien me ofende, para entenderle, exculparle, ¡perdonarle!. Es la comprensión quién descarga al ofensor de sus maldades de su pasado, y al mismo tiempo libera al ofendido, que ejerce el perdón, del inútil lastre de rencores y resentimientos, fomentando en ambos ( ofensor y ofendido) pensamientos y actitudes de unidad, plenitud y concordia.
La verdadera grandeza de espíritu, la madurez psíquica de un ser humano siempre estarán determinadas por su nivel de comprensión y de tolerancia para con las miserias humanas, por la sensibilidad y la generosidad mostrada con los más necesitados y por la facilidad de perdonar y elevarse por encima de los agravios.
5. Son amables y afectuosas
Las personas comprensivas tienen como característica comportarse de manera amable y afectuosa. La amabilidad que me atrevería a definir como necesidad biológica del espíritu que nos arrastra a comportarnos de manera afectuosa y complaciente con los demás, a sentir y compartir gozosamente su felicidad o su desgracia, su alegría o su tristeza; es básicamente comprensión empática, cálida y profunda de la realidad del otro, que vivo en mi y la siento como mia.
Bellamente lo expresó Adam Smith en su ya inmortal frase: «Por más egoísta que quiera suponerse el hombre sin duda existen algunos elementos en su naturaleza que lo llevan a interesarse por la suerte de los otros, de tal modo que la felicidad de estos le es necesaria, aunque de ello nada obtenga, excepto el placer de presenciarla». Porque en definitiva comprenderá es amar y amar es comprender, pues tanto en el amor como en la comprensión existe un denominador común que es «el dar sin demanda», como lo dice Khalil Gibran.
Es importante que nuestros hijos conozcan y sientan las profundas desigualdades de su entorno y del mundo en que vivimos. Que aprendan a sentirse solidarios, a comprender a los más desprotegidos. Actuando así, los estamos capacitando para adoptar en un futuro próximo, todas las conductas de hermandad que generan la comprensión y la solidaridad.
6. Practican el amor y la generosidad
La pureza del amor cuya característica o ingrediente principal es cómo sentimos, necesita de la consistencia de la comprensión, que al estar regida y dominada por el pensamiento, se convierte en la luz, en la guía perfecta de lo que debemos hacer, de cómo habremos de amar y entender al otro desde su realidad, que aceptamos y explicamos.
Comprender es amar a cada uno a su medida adaptándonos a sus particulares características como ser humano, único e irrepetible. A mi entender, todo verdadero amor presupone las estructuras firmes de la comprensión, en profundidad de la realidad de la persona amada.
Según la mayoría de los autores consultados, no es posible conocer a fondo a un ser humano sin amarle. Quién lo expresa quizá de manera más rotunda es Viktor E. Frankl, en su libro el hombre en busca de sentido, cuando dice: «El amor constituye la única manera de comprender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedores de la esencia de otro ser humano sino le ama». No tiene desperdicio la frase de Frankl. El verdadero amor y la profunda comprensión van inseparablemente unidas. La volición o poder de la voluntad, del sentimiento y del afecto se une estrechamente con la ideación o poder del pensamiento, del conocimiento y comprensión profundas.
El amor-comprensión siempre está regido por una mente que piensa en positivo, abierta a la esperanza, y que trata de ver el lado bueno de las personas y de las cosas. Amar y comprender, comprender y amar es algo tan sublime y tan sencillo al mismo tiempo, como estar pendiente de alentar y descubrir en cada ser humano lo mejor de si, y hacerlo ver; para que incremente su fe en la vida, en la verdad y en sí mismo.
7. Respetan y aceptan la individualidad y originalidad de los demás
Las gente que practica el valor de la comprensión respetan de manera espontánea la dignidad individual de los demás y saben observar el carácter único de cada persona. La individualidad es un valor humano que necesita de la comprensión y el respeto de los demás a mi propia libertad, al derecho que yo tengo de ser y desarrollarme como individuo y como persona; de ser yo mismo.
Comprender a alguien es ayudarle a descubrir, a sentir y a vivir con plenitud su identidad, el hecho de ser diferente, y valorarse por ello. Es la firme disposición de aceptar a otro, aunque no sea como yo, y tenga ideas, costumbres, creencias, anhelos y metas diferentes.
El respeto mutuo proviene del reconocimiento de la igualdad fundamental de todos los seres humanos. El respeto por tanto, es un deber, pero además es una necesidad, un valor ya que nadie tiene el monopolio de la verdad ni de la razón, ni mucho menos un grado mayor de humanidad que le entregue el derecho a sentirse superior a los demás. El respeto se encuentra hermanado con la comprensión, y nos recuerda que todos somos iguales, aunque diferentes; pero nunca más o menos que los demás.