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El valor de la amabilidad: 7 características básicas de las personas amables

Podemos pagar un préstamo en oro, pero siempre estaremos en deuda con los que han sido amables con nosotros

              Proverbio Malayo

El valor de la amabilidad se define como: «calidad de amable», y una persona amable es aquella que «por su actitud afable, complaciente y afectuosa es digna de ser amada». Al hablar de amabilidad, sin duda hemos de referirnos también al amor. Que es el acto expresado en deseos de dar, respetar, valorar, considerar a los demás, aceptarlos, procurar su felicidad, alegrarse con sus éxitos.

La amabilidad es siempre un claro exponente de madurez y de grandeza de espíritu, dado su carácter universal, integrador y de cálido acercamiento a los demás seres de la la creación, con los que se siente hermanada toda persona amable.

Resulta importante indicar que educar para la amabilidad es educar para el amor y la paz consigo mismo. Enseñar la amabilidad como valor es transmitir una actitud, un modo habitual de ser y comportarse, afectuoso y complaciente de toda persona que es digna de ser amada.

Desde el punto de vista pedagógico, la amabilidad es la principal característica que debe poseer un educador si quiere construir un ambiente eminentemente educativo. Un ambiente de serenidad, familiaridad y alegría que brinde a la escuela el calor de una familia, y no la fría estructura de una institución.

Según mi punto de vista éstas son las principales características de las personas amables:

1. Afecto

El valor de la amabilidad se establece cuando hacemos que las demás personas se sientan aceptados y amados con sus cualidades y defectos. Consiste en no juzgar ni criticar, sino mostrarnos comprensivos y empáticos ante las actitudes o comportamientos de la gente.

Una de las características básicas de la persona amable es el afecto o amor hacia la familia, los hijos, vecinos, amigos, compañeros etc. Es un afecto genuino carente de motivaciones personales y sin esperar nada a cambio.

De igual manera como padres y educadores responsables es necesario hacer sentir amados y respetados a los niños y jóvenes. Que ellos se sientan bien acogidos y valorados para que alcancen un nivel pleno y satisfactorio, de desarrollo físico y Psicológico.

2. Alegría como hábito

El valor de la amabilidad se expresa por medio de una actitud de alegría desbordante y de gozo por la vida. Esto significa mostrarse satisfecho por vivir, amar, compartir tiempo de calidad con otras personas, además de poseer el hábito de ser divertido y alegre; sin dramas ni lloriqueos.

De igual forma resulta importante pasar ratos agradables con la familia. Reir y divertirse con las personas queridas, contagiando la alegría sin reservas, es una de las características claves de la persona amable.

La gente amable se caracteriza por adoptar una actitud de templanza siempre. Aunque otros se encuentren coléricos y malhumorados, esa persona está tranquila y relajada porque sabe que todo es pasajero; y aunque existan problemas y dificultades, lo más importante es la actitud que mostremos ante las diversas circunstancias.

3. Confianza

La confianza se establece cuando tenemos fe en los demás. Fe en su capacidad, en su bondad, en sus aptitudes, permitirles que se equivoquen, y transmitirles siempre el mensaje de que pueden vencer las dificultades, que seguiremos cerca para ayudarles y que con su esfuerzo e ilusión conseguirán lo que se propongan.

En éste mismo orden de ideas, la gente amable siempre tiene una palabra de afecto y elogio para los demás. Hacen que otras personas se sientan importantes con un trato afectuoso, considerado y respetuoso. Se ganan la confianza de otros porque su naturaleza es no juzgar, sino comprender y amar.

De igual forma, la gente amable confía en los demás, ven las actitudes y características positivas de otras personas, sin dejarse llevar por las apariencias. Reconocen que ninguno es perfecto, que cualquiera puede cometer errores, lo importante es aprender de ellos y reconocer que se han equivocado.

4. Aceptación

Las gente amable se caracteriza por valorar la singularidad de los demás, dejarle ser persona, estimularles para que piensen por sí mismos, pero con honradez y respeto por el otro. Es la buena actitud de amar y considerar a otras personas aunque sean distintas a nosotros, piensen o se comporten de una manera diferente.

De igual forma, resulta vital aceptar a nuestros hijos con virtudes y defectos. Kahil Hibran, hace mucho tiempo expresó: «tus hijos no vienen de ti, aunque estén contigo, no te pertenecen. Puedes darle tu amor, pero no tus pensamientos, pues ellos tienen sus propios pensamientos». Es menester educar a nuestros hijos con respeto, amor y consideración; pero dejándolos que piensen por sí mismos que interioricen sus ideas propias, siempre guiándolos por medio de nuestra experiencia y conocimientos de vida.

La aceptación te permite no juzgar, entender al otro. Saber que cada persona tiene sus propias luchas y pruebas, por lo que sus estados de ánimo son cambiantes; y tú puedes con tu consejo y motivación entregarles paz y serenidad en medio de sus dificultades.

5. Humildad

Por lo general las personas amables son humildes, sencillas y se relacionan con cualquier tipo de gente. No hacen acepción de personas y están dispuestos a conocer a cualquier tipo de gente. Su actitud siempre es la de tratar bien a todos, ayudarlos y comprender sus necesidades y carencias.

De igual manera, poseen la virtud de reconocer sus errores y pedir disculpas si se han equivocado. No se sienten más que nadie, ni quieren enmendar la plana del prójimo, por lo que no les gusta estar corrigiendo a otros, entrando en discusiones; ni que los demás lo vean como que todo lo saben y no se equivocan.

La gente amable y bondadosa buscan observar el lado bueno de las demás personas. Poseen la virtud de entregar palabras positivas y de aliento a otros, para hacerlos sentir mejor. Es una amabilidad no fingida, que nunca busca algo de interés, sino es el hábito de hacer sentir bien a otros y valorarlos por el único hecho de pertenecer a la raza humana.

6. Ser y actuar como un amigo

Las personas amables comparten actividades con otros y buscan ser y actuar como verdaderos amigos. Son gente que han escogido el afecto, reír con los demás y compartir dificultades y alegrías. En el trato cordial y amoroso existe una doble vertiente: el que ama, por lo mismo que ama, merece ser amado; ésto es una cuestión de reciprocidad.

La amabilidad favorece la amistad y acerca los corazones de la gente: del padre con el hijo, de la esposa con su cónyuge, del educador con el estudiante, del amigo con la amiga. De ésta manera la amabilidad hace evidente la expresión de Séneca: «Si quieres ser amado, ama». El que es amable no solamente ama a los demás, sino que los hace sentir amados.

En éste mismo sentido, resulta de gran importancia el trato cordial y amable para con nuestros hijos. Si quiere que sus hijos sean niños y jóvenes sanos, libres de traumas no los rebajes, critiques, ni les digas cosas como: no haces nada bien, eres retrasado, lento, perezoso, indisciplinado y cosas por el estilo; porque ellos creen todo lo que les decimos, y actuarán en consecuencia. Anímalos, en cambio con palabras amables, de motivación y amor, trátalos como piedras preciosas que son moldeadas para bendición por el alfarero.

7. Perdón

La gente amable está dispuesta a perdonar siempre. Es la generoso hábito de reconocer que ninguno es perfecto, que los demás pueden fallar, pero lo que importa es la actitud que adoptemos ante esas circunstancias. Perdonar es quitarse una carga de encima, y de andar livianos por el camino de la vida.

De igual forma, las personas amables están dispuestas a perdonar, porque saben que es un acto de amor. Perdonar significa estar libres del dolor, de los sentimientos negativos que nos produjo esa herida. El perdón nos habla sanidad, liberación, prosperidad, tranquilidad, felicidad, paz mental y espiritual. La gente que no perdona vive amargada, enojada y de mal humor; es una gran carga.

En el campo pedagógico la amabilidad del educador lima las asperezas, hace innecesarios los castigos y se inclina fácilmente al perdón. En éste contexto el educando puede manifestarse de manera espontánea, sin temor a ser reprimido, sin dolor ni engaño. La desconfianza carcoma la relación educativa, no tiene razón de ser, porque la amabilidad del educador la hace imposible.

En conclusión, puedo afirmar lo siguiente: es vital practicar el valor de la amabilidad en el trato con la gente; hacer sentir a otros que son valorados, amados y respetados. Es necesario educar a los niños y jóvenes para que sean amables y respetuosos en el trato con las personas mayores. Si queremos que los demás sean amables con nosotros, también brindemos respeto, confianza y amor a los demás, la existencia es demasiado corta para que vivamos amargados.